EL PINO DE LA CADENA

EL PINO DE LA CADENA: “A su querida memoria” (1.924)
 
Nicolás María de Urgoiti, (1869-1951) fue un destacado periodista y empresario criado en San Sebastián. En 1917 fundó el diario El Sol, que supuso una revolución en el panorama periodístico español: Persiguió un periódico de calidad y liberal, que de hecho inspiró 59 años después el nacimiento de El País. Fue también el fundador de la editorial CALPE cuya posterior fusión con ESPASA daría lugar a una referencia editorial española durante décadas. Hoy queremos hablar de el como un montañero más, uno de aquellos Pioneros del Guadarrama que no debemos olvidar.
Entre sus aficiones, como a muchos intelectuales liberales de la época, le atraían especialmente las montañas.  En 1924, como socio del Club Alpino Español, se hospedaba en el chalet que desde 1907  se había construido en la curva de El Ventorrillo, a la vera del de la Institución Libre de Enseñanza, ambos junto a la carretera que asciende al Pto de Navacerrada. Tras la Guerra Civil, por desgracia, este chalet del Alpino fue demolido. Hoy día tan solo nos queda un monolito allí enclavado, en recuerdo de aquellos intrépidos de los años 20.
 
A Urgoiti, como vasco que era,  le gustaban las excursiones y paseos por las montañas, especialmente las rutas bajo el espeso pinar hacia el arroyo de Navalmedio y la pradera de las Cortes. En ellas tenía un descansadero favorito habitual, a menos de 1km del chalet del club, donde gustaba de sentarse a diario para leer bajo un frondoso pino a la vera del camino.  Cuando la noticia de la muerte del padre de Urgoiti llegó al Club, Isidro Jiménez, guarda del refugio, sabía que lo encontraría allí y salió de inmediato a informarle.

 En el mismo lugar y hora en que la triste noticia le llegó, quiso Urgoiti rendir homenaje a su padre. En vez de acudir, como se estilaba entonces en su entorno, al alcalde y al cura para organizar algún evento, se dirigió más bien al leñador y al herrero. Al uno, para comprarle a perpetuidad la vida de aquel árbol tan querido. Al otro, para encargarle una cadena con eslabones forjados a mano uno por uno. Han pasado 88 años: El pino, que ya era entonces casi centenario, ha crecido y con cerca de dos siglos a la espalda tiene aun más prestancia que en aquellos años 20. Y hoy como entonces, cada caminante puede contemplar la sencilla cita de homenaje: “A su querida memoria, 1840-1924″.
 
Los forestales, hoy como ayer, siguen velando por él: Cada vez que el crecimiento del árbol lo requiere, abren la cadena para añadirle un nuevo eslabón. Y ahí siguen, pino y cadena recordando al padre y al hijo en lo profundo del Guadarrama.